sábado, 30 de septiembre de 2017

Melina o la esperanza

Estaba en la calle con sus hermanos y su mamá, no eran salvajes, estaban acostumbrados a la presencia humana que traía comida y evitaba a las madres recientes, tener que buscarse el sustento y pasar hambre. Aunque siempre hay que estar alerta, es lo primero que ella aprendió, hay humanos amables y otros de los que hay que huir velozmente o por lo menos tener precaución y no acercarse mucho.
La vida transcurría feliz hasta que ocurrió algo terrible. Hay un pequeño muro que hace que los felinos estén a un metro de altura, aproximadamente, una posición cómoda para ponerles comida y verlos. Extrañamente había una pequeña que no se movía en el suelo. No puede decir cómo sucedió, solo mira con carita de no entender nada, ella corría ayer mismo y ya no, seguro que sufre, pero no se le nota demasiado. Sus patitas delantera y trasera del mismo lado, están fracturadas. puede andar con dificultad, poquito.
Los veterinarios no se ponen de acuerdo, es muy pequeña, habría que operar, o no. En ello estamos. Queremos que vuelva a estar alegre, que vuelva a correr, no sé si a trepar o saltar.
Necesita también un nombre, eso es fácil, quisiéramos que fuese tan fácil curar sus pobres huesitos.

martes, 19 de septiembre de 2017

El placer de leer en la playa




Las lecturas junto al mar tienen ese encanto de lo excepcional, para los que vivimos en Madrid. Por eso procuro que sea algo hermoso, para construir un recuerdo amable y volver a sentir la satisfacción de mirar los azules y verdes infinitos. Este verano me he traído a Thoreau, la última versión en español que se ha publicado de sus Diarios y que me he podido conseguir. Es un acierto seguro, mi bolsa de chucherías. Que abro el libro por una página al azar y leo: He nacido en el mejor lugar, en el momento más apropiado. Memoria no tengo mucha y sus frases son más bonitas y elegantes, pero el fondo es ese.
¡Qué optimismo! En un país que emprendió una guerra, contra Méjico, y se posicionó en contra, como estaba en contra de la esclavitud y de tantas cosas que ocurrían entonces en aquellos incipientes Estados Unidos.
Creo que a pesar de la decepción que parece esgrimir en otras páginas, en el fondo, en su verdadero yo, era optimista, le encantaba su país y creía en las personas con buena voluntad.

A mí me sucede lo mismo, soy optimista, me gusta mi país, a pesar de que llamen fiesta Nacional a torturar toros -que espero podamos cambiar pronto-, tampoco me gusta el poco aprecio que se hace por la ciencia, no se valora el trabajo científico y se les paga menos que a los limpiadores, por poner un ejemplo de profesión que no necesita cualificación ¿? Podría seguir, pero cómo soy optimista, como Henry, no quiero seguir con lo que no me agrada y prefiero ver sólo lo mejor y disfrutar de mis gatos, que no ven el mar, pero son felices.