sábado, 5 de noviembre de 2016

Los colores de la lluvia

Un día del pasado mes de Noviembre tuvimos un atardecer inolvidable. Caminaba por un prado donde nace un arroyuelo, cuando el sol, justo antes de ponerse después de un día frío y gris, llegó hasta un estrato despejado del horizonte y derramó una suave y brillante luz que casi parecía matinal (...) Era una luz imposible de imaginar un instante antes, y el aire era tan tibio y sereno que aquella pradera se convirtió de repente en el paraíso (...) y sentimos que asistíamos a un instante sagrado.
                                                          Henry David Thoreau

No he copiado todo el texto de la hermosa descripción del atardecer de Henry, ni siquiera cuando hace la comparación habitual con nuestra mente y nuestro corazón, que en esta ocasión pueden caminar en busca de otra iluminación menos terrenal.
Este día de Noviembre, no es sólo gris, es lluvioso y frío, desapacible me gusta a mí decir. Llueve sin cesar y es difícil continuar con el Edén, con el paraíso del párrafo anterior, pero no me voy a dejar llevar por la melancolía del ambiente, y voy a encontrar la luz que puede iluminar este día.
Las bellas hortensias sufrieron los rigores de este verano madrileño tan cálido y seco, algunas ni siquiera han podido soportarlo, la vinca pervinca, la forsitia, las rosas y alguna más, que en este momento no recuerdo su nombre, pero llevaban conmigo muchos años, han desaparecido y parece difícil que este riego tardío les devuelva la vitalidad perdida.
Eso es lo que vió Miguel aquel domingo y con una certeza impropia de sus años dijo: -¡Están marchitas!
Ahora y gracias a este y otros días tan mojados y aparentemente tristes, las plantas están recuperando las energías perdidas y tras un periodo de descanso, volverán a florecer y alegrarnos con sus verdes, azules, rosas, rojos,blancos, amarillos y todas las gamas que la Naturaleza nos regala.



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