lunes, 29 de diciembre de 2014

Y las alegrías

Mejor finalizar con las alegrías, que podría contar más de una, pero estás dos son las más transcendentales. Y ahí siguen, intentando tener una vida larga y feliz.
Piecito ya sabemos que fue abandonado en nuestra puerta, pero era pequeño y posiblemente estuvo algunos días sin comer, hasta que llamando a Briseida, llegó hasta mí y me pidió cobijo. Es guapo y  le gusta comer. ¡Quién sabe si volverá a pasar hambre!
Y Pou, así de chiquitín apareció, todo miedo y valor al mismo tiempo. Miedo para no acercarse a los humanos y valor para clavar sus afilados colmillos. Lo pudimos comprobar, hasta que entendimos cómo lo transportaba su mamá y ya no se sintió amenazado. Debía estar muy triste y desamparado, así que, cuando encontró a Piecito, quiso que fuese su mamá y su hermano a la vez. Puede que haya cambiado su percepción de los humanos, pero a quién de verdad ama, es a Piecito.

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