martes, 19 de julio de 2011

Madrid y la Naturaleza

Hace muchos años que me dejé seducir por Madrid, tenía el encanto de lo diferente y tantas luces de neón que parecía que podían iluminar cualquier soledad. Y así hacer desaparecer la tristeza que me provocaban unas cuantas casas y una luces amarillas que podían contarse con los dedos de las manos. Aquello era sólo un espejismo y la soledad también te puede aprisionar en la calle de Preciados o en Sol, rodeado de personas que no te ven y para quienes no existes, más o menos como cuando en invierno ibas a buscar el agua a la hermosa fuente de Muro y no encontrabas a nadie a quién saludar.
Luego comprendes que la soledad o la alegría es cosa tuya, pero Madrid sigue siendo un buen lugar para florecer y hasta para construir felicidad, aunque con el tiempo dejes de ser la persona de asfalto que creías que eras y tus intereses se inclinen más hacía la Naturaleza, los animales y lo agreste, digamos, como Thoreau. Puedes caminar por sus senderos de rio o de montaña y descubrir lo cerca que tienes los bosques o el nacimiento de algunos rios con toda su belleza natural.

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